Fito siempre se sintió diferente, un tipo
raro. Ya desde muy pequeño notaba que el trato con los demás era especial. Aun
así, le encantaba estar en compañía y lo que más ansiaba era tener un amigo,
recibir un abrazo. Sin embargo, por una u otra razón, la gente le
solía esquivar o evitaba su contacto, de modo que, a menudo se veía desplazado
al lugar más apartado, fuera del paso de la concurrencia.
Fito comenzó a pensar que era un tipo peligroso y mal visto por los demás.
Quiso,
en una ocasión, ayudar a recuperar un globo que se les había escapado a los
niños que jugaban. Fito extendió los brazos para atraparlo, con tan mala suerte
que el globo explotó. Los niños rompieron a llorar y lo acusaron de romper su
juguete. Desde entonces, nunca más se acercaron a él.
Después
de este incidente y otros muchos similares,
Fito ya no tenía dudas: ¡era un tipo peligroso¡
Decidió acudir a terapia para buscar ayuda, a ver si un experto podía
detectar la patología que padecía,
por qué la gente lo evitaba de esa manera
tan cruel.
Tras someterse a numerosos test de personalidad, el psicólogo le diagnosticó
que padecía síndrome de rechazo emocional. Esta herida existencial le había
provocado un trauma que le había hecho perder la autoestima y tener la
sensación constante de no encajar. Se
sentía tremendamente solo, confundido y desconectado del mundo que le rodeaba.
El doctor le recomendó que lo mejor que podía hacer era aceptarse a sí mismo tal
como era, sin tratar de forzar la aceptación de los demás, que dejara fluir y
con el paso del tiempo, quizá se obraría el milagro.
Fito
se sintió desanimado y entristecido al escuchar esto. Esa noche en su jardín,
bajo el plenilunio, pensó profundamente en lo que le había dicho el
psicoanalista. No dejaba de preguntarse cómo podría hacer para que los demás
sintiesen admiración por él.
De
repente un agudo dolor de cabeza le empezó a aparecer. Se palpó la frente y
notó un extraño bulto. El dolor aumentaba preocupantemente. Permaneció sentado
intentando relajarse mientras contemplaba la serenidad del astro luminoso, hasta
que el sueño le venció.
Con
las primeras luces del día, Fito despertó con la algarabía de las voces de los
niños que gritaban entusiasmados:
- “mama, corre, corre mira que flor tan
bonita le salió al cactus.
Toda
la familia acudió al jardín. Efectivamente, una hermosa flor de pétalos blancos
y estambres amarillos había florecido por primera vez del cactus del jardín. En
ese momento una abeja se posó en la flor, dispuesta a libar su polen. Toda la
familia expresaba su admiración por la hermosa flor que había florecido en la noche:
-¡Que preciosidad¡ ¡La flor más hermosa
que vi en mi vida!
Fito
finalmente comprendió su verdadera naturaleza. Había
logrado lo que siempre había querido: la admiración y el cariño de los demás.
Si hubiese tenido boca, sin duda habría sonreído de felicidad.
Crisis existencial
Primer premio Relato Breve Cactus Níjar 2023
Libertad González